Ana Carrasco

Psicópatas entre volcanes

Por qué escribo o quién es psicópata integrado en esta isla son algunas de las preguntas que me han hecho a raíz de mi desembarco en el mundo del “escribir”. La primera es más fácil de contestar: escribir siempre me ha gustado, de pequeña soñaba despierta que del techo de la escuela caían lápices, bolígrafos y gomas de borrar. En la adolescencia escribía poesía para aliviar la soledad, y, más tarde, cuando la vida te ofende, escribir se convierte en un buen sumidero de lamentos. También puede ser porque mi abuelo lo hacía en el periódico Antena con el seudónimo de Casiano, o quizás porque mi subconsciente intenta imitarlo, al considerarlo mi conciencia una de las personas más bellas de mi vida: Mi abuelo Nicolás Martin, el de la tienda Philips, el que conversaba en verso a mitad del siglo pasado con Ego Sum, don Gregorio Medina.

La segunda pregunta, ¿quién es psicópata?, es mucho más difícil de responder: que me guste leer sobre psicopatía no me da licencia ni facultad para distinguir a ciencia cierta entre quién es, o no, psicópata en esta isla, máxime cuando la psicopatía es y sigue siendo una materia compleja bajo investigación. Para Virginia Barber, miembro del Comité de Asuntos Legales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, “la psicopatía constituye uno de los conceptos que generan más confusión y desacuerdo, tanto en el ámbito popular como en el científico”. Admiro a esta mujer y me enorgullece que esta joven lanzaroteña asuma tan alta responsabilidad. Hay que ser inteligente y muy valiente para ejercer de directora clínica de salud mental de Rikers Island, la segunda prisión más grande de Estados Unidos, que acoge a tanta población presa como habitantes tenía Argana hace poco, ocho mil.

Para responder a la pregunta con rigor, me ceñiré a dar algunas claves transcribiendo lo que dicen dos grandes autoridades en la materia: Vicente Garrido, España; y Robert Hare, Canadá. Y como se trata de hablar expresamente de psicópatas integrados, conviene ir adelantando que son “aquellos que viven junto a nosotros camuflados bajo la máscara de la amabilidad y la decencia”. Puede ser un profesor, un funcionario, un empresario, un camarero o un político. Puede que sea tu marido, tu jefe, tu alcalde, tu cuñada o tu estoica vecina. Pero, ¿cuántos hay?

Se estima que alrededor de un 1% de la población mundial es psicópata (muchos más hombres que mujeres). O sea que en Lanzarote deben existir unas 1.500 personas con este perfil. Y, si se sabe que entre un 15 y un 25 %  de la población reclusa masculina lo es, entonces la cárcel de Tahíche es el lugar con mayor concentración de psicópatas varones por metro cuadrado de la isla.

Y ¿cómo son? El psicópata es alguien egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel. Es locuaz y convincente: nos creemos lo que dice. Se expresa con encanto y posee una autoestima exagerada. Tiene la sensación de que todo le está permitido. No experimenta ninguna preocupación por los efectos de sus actos. No tiene remordimientos y es incapaz de ponerse en el lugar del otro. Sabe determinar muy bien cuáles son los puntos débiles de los demás. Tolera mal las críticas y se ve a sí mismo como víctima. Tiene un estilo de vida parasitario y es impulsivo, ¡toma ya!

Si tras leer estas cuatro líneas has reconocido a alguien de tu entorno o muy cercano a ti, te recomiendo que veas los vídeos y entrevistas del doctor en psicología y experto en psicopatía criminal, Robert Hare. Hare ha evaluado los criterios que definen a la personalidad psicopática mediante una veintena de síntomas, Psychopathy Checklist (PCL)

Y es importante que te informes porque, si después de documentarte estás medianamente convencido o convencida de que tu conocido tiene ese perfil, es urgente que te alejes a la velocidad del rayo. Aquí viajar lento no cabe. Y si es tu pareja, socio o jefe, mejor será mandarlo al infierno, porque el psicópata agrava los problemas, socava la confianza, desacredita y desestabiliza hogares, familias, sociedades e instituciones. Arruina finanzas, desfalca y estafa y, ¡atención!, es muy hábil en épocas de crisis para escalar poder y protagonismo social. Las consecuencias nefastas de la psicopatía es de tal magnitud que Garrido la considera “uno de los mayores desafíos que tiene la humanidad en este siglo”, y al psicópata “el perfecto depredador de su propia especie”.

Ante la situación mundial, la crisis global-climática y sus derivadas, mejor será que los tengamos identificados y apartados. En palabras del psicólogo y endocrinólogo español, “nuestra calidad de vida y la del propio planeta pasa necesariamente por luchar contra la extensión de la psicopatía”. Amén.

En la Lanzarote vulnerable, donde algunos psicópatas se mueven a sus anchas entre volcanes, mejor será tenerlos identificados y con orden de alejamiento de las instituciones. Mejor será evitar que sus comportamientos y procedimientos mafiosos sean imitados.

¡Ya está! Tenía ganas de escribir sobre ello.

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