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El marcador aborigen abre el otoño de la incertidumbre

La estación otoñal arrancó con la centenaria cita anual del sol, con la marca al pie del Bentayga que señala su inicio

Gregorio Cabrera 0 COMENTARIOS 12/10/2022 - 08:16

Las nubes que trepan por la cara norte de Gran Canaria y mueren en las crestas de la cumbre proyectan sus manos blancas y ansiosas hacia la cuenca de Tejeda, a la que apenas logran rozar. A casi 1.400 metros de altura, en el centro de la gran depre sión volcánica, al pie del Roque Bentayga, el arqueólogo José Guillén y veinte personas más aguardan a que el sol se eleve lo suficiente para que un juego de luz y sombra incida en la plataforma y la cazoleta central excavadas siglos atrás por la población aborigen para señalar el inicio del otoño.

Es 23 de septiembre, inicio oficial de esta nueva estación otoñal, y la incisión en la roca rebosa agua a causa de los chubascos que precedieron a la tormenta tropical Hermine. Una solitaria nube alta vela el hipnótico fenómeno, que sin embargo sigue su curso. Los rayos del sol pasan por la muesca en forma de uve que rasga la parte superior de la roca que domina el lugar y certifican que el marcador astronómico sigue ajustado.

Una vez más, el Bentayga anunció el otoño y dividió el día en dos mitades perfectas de luz y oscuridad. “Lo religioso estaba muy relacionado con el cielo y las crónicas dicen que adoraban al sol y la luna”, explica Guillén, que es además inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria. “Los lugares de culto más importantes los situaban cerca del cielo y poseían una óptica funcional para organizar un calendario que, en su caso, parece ser que comenzaba en el equinoccio de primavera”, agrega.

“Estas personas regaban y abonaban desde que llegaron y esto dio lugar a una sociedad agrícola compleja y al desarrollo de grandes fortificaciones”, apunta Guillén. Es algo que se aprecia claramente en el conjunto del Bentayga, espacio declarado Bien de Interés Cultural y uno de los elementos más destacados del Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, territorio declarado Patrimonio Mundial por parte de la Unesco.

De hecho, la estrecha vinculación entre los y las aborígenes y los astros es un elemento clave de este Paisaje Cultural. Así, en el documento de la candidatura se detalló que sobresalen en el ámbito “dos manifestaciones representativas de la cultura y el conocimiento astronómico de los antiguos canarios que dan consistencia a este espacio como paraje sagrado, con íntima relación con los acontecimientos celestes, el celaje, ya sea para la medición del tiempo o para marcar fechas conmemorativas o celebrar rituales”.

“En primer lugar destaca el almogarén o santuario de Risco Caído, a todas luces un excepcional y complejo templo con claras connotaciones astronómicas, donde las manifestaciones de la luz solar y de la luna interactúan con una serie de grabados, marcando así el paso del tiempo entre los solsticios y los equinoccios”, subrayó el texto que impulsó a la cumbre de Gran Canaria a la selecta lista del Patrimonio Mundial.

Roque Bentayga.

“Igualmente significativo es el almogarén del Roque Bentayga, a su vez marcador equinoccial y de las fiestas de la cosecha. Ambos constituyen excepcionales ejemplos de lugares sagrados de montaña donde se ha encontrado una fenomenología astronómica singular para este tipo de culturas”, detalla.

También se aclara que existen “otras manifestaciones en el ámbito que apuntan a su relación astronómica, como es el caso de la Cueva de Las Estrellas en Acusa. En ella, la combinación entre la base de pared almagrada en rojo, como la tierra, el techo negro abovedado, como el cielo nocturno, y los puntos blancos pintados sobre este, como si fuesen luminarias o estrellas, sugiere que podríamos encontrarnos ante una especie de cosmograma que reflejase la concepción del mundo por parte de los antiguos habitantes de la Isla que podría recordar, con todas las salvedades necesarias, a otras cosmovisiones norteafricanas, como la del Egipto antiguo”.

“En esta misma línea, podría también tener sentido la organización interna, con techo abovedado y la orientación hacia el norte de la Cueva del Guayre y la visión centrada en su acceso hacia el Roque Palmero, un elemento destacable del paisaje del borde norte de la Caldera de Tejeda, del que tenemos constancia, por fuentes etnográficas, de su importancia como referente para marcar los tiempos por su relación con las posiciones ocupadas por Venus, como Estrella vespertina en su papel de Zaharita (o adivinadora), según se observaba desde el núcleo urbano de Artenara”, apuntan los estudios. “Esta alineación”, se añade, “recuerda a la que se presenta en la Cueva de los Candiles o en el santuario de la Virgen de la Cuevita con el Roque Bentayga.

Detalle de la cazoleta aborigen con agua en la jornada en la que se tomó la imagen.

“Según las crónicas, adoraban al sol y la luna”, dice el arqueólogo José Guillén

Por tanto, también la Cueva del Guayre se presenta, en el entorno de Cuevas del Rey, como un elemento tremendamente singular y significativo de la relación entre paisaje y celaje”. La Unesco concluyó en 2019 que “todos los sitios arqueológicos y manifestaciones de arte rupestre del Risco Caído y el Paisaje Cultural de las Montañas Sagradas de Gran Canaria dan testimonio único y excepcional de una cultura insular extinta que parece haber evolucionado de forma aislada durante más de 1.500 años”.

Guillén habla con pasión y se mueve con movimientos eléctricos sobre el almogarén ante un grupo que escucha absorto y que capta con sus móviles un ritual centenario y quizás milenario, aunque no existe una datación precisa. El sol disipa las últimas nubes del cielo de Tejeda. Miles de turistas cogen la toalla en Maspalomas y se dirigen a la playa. Hermine ya se formaba al norte de Cabo Verde y nadie sabía todavía si subiría hacia Canarias o pondría rumbo al oeste. Algunas previsiones vaticinaban la victoria de la ultraderecha en Italia. O nuevas escaladas de precios. El otoño de la incertidumbre ya estaba aquí.

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