Alex Salebe

Opinar disfrutando

¡Tiremos Línea! es una alfombra tendida al pensamiento y la libre opinión, al encuentro e intercambio de conocimientos, construida por tres jóvenes de distintas áreas del saber, Loren (abogada), Jean (productor de radio y televisión) y Lorena (filósofa), que acoge un espacio físico llamado la Casa Amarilla, en el legendario Barrio Abajo de la ciudad de Barranquilla (Col), donde periódicamente asisten  jóvenes y gente de todas las edades movilizados por los promotores de dicha iniciativa a eso que en el Caribe  conocemos popularmente como ‘tirar línea’,  o sea, conversar, hablar, exponer o compartir ideas. 

Esta convocatoria a la reflexión en voz alta, que como en Barranquilla seguro se lleva a cabo en muchas partes del mundo, con el valor añadido que es empujada por jóvenes, y quienes siguen mis escritos saben que cada vez que tengo oportunidad  doy visibilidad a inquietudes de los jóvenes, es un punto interesante de debate plural sobre temáticas culturales y sociales, pero también es un saludable ejercicio de conciencia colectiva para liberarse del letargo y del secuestro de nuestra sensibilidad.

Por invitación de Loren y sus compis me “colé” virtualmente en la tirada de línea del pasado jueves para hablar junto al médico psiquiatra, Haroldo Martínez,  y el arquitecto y artista plástico, Juan Carlos Buggy, sobre la bacanería,  como manifestación cultural de un acontecimiento biológico presente en la humanidad desde siempre.

Sabemos que las interacciones sustentadas en la colaboración y la coordinación de células han permitido nuestra evolución y también sabemos como seres conscientes que nuestras acciones y comportamientos individuales tienen consecuencias en los demás, por eso, la bacanería es un llamamiento a la colaboración, interacción y coordinación para facilitar la convivencia en la familia, en el trabajo y en la sociedad en general. Así, de forma resumida, el planteamiento de actuar “a lo bien” es universal.

El doctor Martínez y Buggy son dos de los protagonistas de una veintena de hombres y mujeres que aparecen en el documental televisivo La Bacanería que hace 24 años tuve la gratísima experiencia de investigar y producir al lado del cineasta Hugo González (Q.E.P.D) y del doctor Martínez, que acaba de terminar de escribir su novela ópera prima ‘Historia Clínica de la Bacanería’. La investigación nunca paró, y si hace dos décadas se plasmó en formato audiovisual, ahora la podremos disfrutar en la literatura con una propuesta novedosa que mezcla ciencia y arte. No puedo adelantar más. Estudiamos fórmulas para editarla y ponerla en el mercado.

El tema engancha porque es un respiro a la intolerancia y el conflicto, estamos hartos de ellos. En el caso del documental que originó esta nueva invitación a conversar sobre su contenido, perduran las emociones y alegría que transmite, es la clave de su vigencia. En Lanzarote tuve la oportunidad de presentarlo por invitación de una de las ediciones de la Bienal Off Arte Lanzarote y en unas jornadas de inmigración en el municipio de Yaiza coordinadas por el geógrafo César Rijo.

Sentí a distancia la emoción de esas cuarenta personas reunidas el jueves, aforo limitado por la pandemia, aunque el conversatorio fue difundido por plataformas digitales. El tema es tan social como emotivo porque es natural que disfrutemos cuando nos transmiten sensaciones agradables, cuando hay ánimo de construir y no de aniquilar, cuando nos llegan acciones solidarias, pacifistas o de respeto y sensibilización sobre el ecosistema, cuando hay resistencia y soluciones creativas a problemas comunes, inteligencia social, o cuando se manifiesta la alegría de la simple existencia.

No tengo más que palabras públicas de agradecimiento por la invitación de los precursores de ¡Tiremos Línea!,  porque si ya el tema de la bacanería me cautiva, el debatir sobre él y escuchar opiniones diversas, pues mucho más, con el plus de que allí, en Barrio Abajo, rodamos gran parte del documental que resiste el paso de los años. En cualquier caso, esta apuesta de jóvenes de crear y ofrecer un espacio continuado abierto al pensamiento crítico y el palique sobre temáticas diversas merece un aplauso colectivo.

Me contaron que el debate luego se trasladó a una esquina del barrio, en uno de esos bellos espacios de interacción callejera venidos a menos por la inseguridad, las redes sociales y el ‘espantajopismo’ local, entiéndase como el postureo exacerbado en centros comerciales.

En la esquina finalizó la tirada de línea a las dos de la madrugada (hora local) con casi veinte jóvenes planteando nuevas propuestas, a la misma hora que me acosté (hora de  Canarias) después de disfrutar del coloquio “formal”. Ya me apunté para seguir debates futuros como espectador sobre el tema que a bien deseen poner en común los jóvenes. Me entusiasma el interés de la juventud por no mirar para otro lado.

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