CULTURA

‘La costa afortunada’: La magia de los pueblos que no salen en el mapa

Los Molinos (Fuerteventura), Majanicho (Fuerteventura) y el recóndito Tijarafe (La Palma). Fotos: Rubén Acosta.
M.J. Tabar 0 COMENTARIOS 06/12/2016 - 07:24

Desde 2005, el artista visual Rubén Acosta cartografía sitios que no figuran en los mapas oficiales de Canarias. Durante sus escapadas personales, ha fotografiado antiguos poblados de pescadores, casas-cueva y refugios marinos construidos por “arquitectos anónimos”. El resultado: La costa afortunada.

Al regresar a casa, después de estar trabajando en Asia, el lanzaroteño Rubén Acosta empezó a hacer fotos para relajarse. Por pura diversión. Le llamaron la atención los pueblos más “peculiares” de Canarias, empezando por Tenésara y Playa Quemada, en Lanzarote.

“Cada vez que viajaba a Tenerife y a Gran Canaria buscaba un huequito para escaparme a nuevos sitios”, cuenta Rubén desde Las Palmas. En 2009 se dio cuenta de que aquel proyecto estaba adquiriendo cierta seriedad y consistencia. Paró, analizó el trabajo y acometió una segunda fase que no concluyó hasta principios de 2016. En realidad no ha terminado. “Sigo buscando”.

El urbanismo siempre ha sido el tema principal de sus trabajos más personales. Y con esa perspectiva empezó a explorar estos universos costeros, construidos en acantilados, aprovechando salientes de roca, con conchas y jallos tapizando las fachadas. Majanicho y Jacomar (Fuerteventura), Tufia y la costa norte de Gáldar (Gran Canaria), Boca Cangrejo y Caletón de la Matanza (Tenerife), el Poris de Tijarafe, el Remo, (La Palma), el Pozo de las Calcosas (El Hierro) o el Pescante de Agulo (La Gomera)... Ejemplos de arquitectura orgánica que rinde pleitesía al entorno natural y recicla al máximo.

“Me di cuenta de que su estilo de vida era tan importante como su vivienda”. Y descubrió a gente muy “ecléctica”. Tadeo, “que es para hacer un libro sólo de él”; el joven César, que trabaja en la Reserva de la Biosfera de El Hierro y pasa los veranos en una casa heredada de su familia en el El Pozo de las Calcosas, o Nicanor, “un anacoreta que sólo se desplaza haciendo dedo o a caballo”.

Todos tienen en común una cosa: están “muy orgullosos de su espacio”, lo tratan “con mucho mimo”. También es gente bastante “maltratada y dolida”. En muchas paredes hay pintadas: “Estas casas estaban antes que Costas”, recuerdan. “Lo que más me impactó es el sentimiento de comunidad que existe en estos lugares: es mucho mayor que cualquier otro, casi anacrónico; nadie responde por ellos porque están fuera de la normativa, no existe Ayuntamiento al que reclamar las cosas así que se unen en asociaciones de vecinos y funcionan muy bien, ellos son los creadores del espacio público, los que hacen las piscinas, las ermitas, las plazas, los que lo mantienen”.

Algunas casas están bien equipadas, con agua, luz y alcantarillado. Otros son enclaves más recónditos que viven en lo salvaje. Cada arquitectura es diferente porque usa materiales de la zona: madera en La Palma, roca en el abrupto norte grancanario, azulejo en otros casos… “El 90 por ciento de las veces son casas antiguas, de herencia familiar”. Algunas datan de principios del siglo XX. Las casas-cueva de Tufia (Gran Canaria) se encuentran bajo un yacimiento arqueológico aborigen.

La costa afortunada ha visto la luz gracias a una subvención cultural concedida por el Cabildo de Lanzarote y a la empresa Trasmediterranea. Esta última publicación de Ediciones Remotas se presentó este lunes en El Almacén, en Arrecife, y se presentará en Fuerteventura el miércoles 14 de diciembre a las 20.00 horas, en el Centro de Arte Juan Ismael de Puerto del Rosario. Ya es posible adquirirla online y “en las principales librerías de Canarias”.

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